Algunas veces pensamos que el mundo musulmán se encuentra en las antípodas de nuestro pensamiento occidental. Pero si nos adentramos, veremos cómo sus intelectuales, creyentes y filósofos al mismo tiempo, se enfrentaron a temas similares a los que trató una parte de los intelectuales cristianos, como las relaciones entre fe y razón o la demostración racional de la existencia de Dios.

1.La religión musulmana.

La fecha más relevante del calendario musulmán viene señalada por la Hégira, la huida de Mahoma (fundador de la religión musulmana) desde la Meca a Medina en el año 622. Para los musulmanes, esta fecha es el inicio de su cómputo propio del tiempo.

Cuando Mahoma murió, en el 632, toda la península Arábiga ya estaba islamizada. La acelerada expansión del islam desde Arabia en dirección al Este, pasando por Persia, y en dirección al Oeste por todo el norte de África, se llevó a cabo en poco menos de cien años.

Con el islam entró no sólo una nueva religión emparentada con el judaísmo y el cristianismo; con él penetró una forma diferente de vivir, otra cultura, otra lengua y otro libro sagrado, el Corán. El islam dividió horizontalmente la cuenca mediterránea.

Hacia el año mil, los musulmanes desarrollaron una gran labor cultural en Al-Andalus (la actual Andalucía). La Córdoba musulmana era un centro de gran refinamiento cívico y cultural, y en sus bibliotecas había miles de obras: muchas más en esta ciudad de Al-Andalus que en toda Francia.

Musulmán proviene de la palabra muslin y significa “creyente”, creyente en Alá. Islam designa el acto de sometimiento completo del convertido a la voluntad divina. El Corán, el libro sagrado de los musulmanes, es un conjunto de suras o capítulos que describen la experiencia de revelación divina vivida por un comerciante árabe de la próspera ciudad de La Meca llamado Mahoma (571-632). Mahoma es el profeta de Alá (Dios).

En la base de toda la moral coránica se encuentra la idea de la unicidad de Dios. Así pues, el Corán recupera la idea semítica de la unidad de Dios y rechaza la idea cristiana de que Dios es uno pero, a la vez, son tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Al igual que nació una filosofía cristiana, también nació una filosofía musulmana. Figuras destacadas son Al-Kindi, Al-Farabi, Avicena, Algazel, Avempace y Averroes, que interpretan el mensaje coránico a la luz de la filosofía, especialmente de la filosofía aristotélica.

2.El pensamiento árabe.

A lo largo de la expansión del imperio islámico en Oriente, los árabes entraron en contacto con las obras clásicas de la filosofía griega, especialmente con el aristotelismo y el neoplatonismo. Tradujeron y transmitieron estas obras, pero su labor intelectual fue más allá, pues también las comentaron, profundizaron en ellas y formularon diversas interpretaciones, tratando de conciliar los grandes temas de la filosofía aristotélica con la visión de la realidad que se deriva de los principios revelados en el Corán.

Los intentos de conciliación entre filosofía griega clásica y el islamismo se dan ante todo en relación con los temas siguientes: la inmortalidad del alma individual, negada por Aristóteles; la búsqueda de similitud entre el Primer Motor Inmóvil y el concepto de un Dios creador y providente; la relación entre fe y razón… Temas que también interesaron a los filósofos cristianos medievales. Por esta razón, el pensamiento musulmán no solo se puede considerar transmisor del aristotelismo, sino que también influirá en el pensamiento cristiano medieval.

De hecho, la invasión árabe de la Península Ibérica(711) fue un hecho histórico que repercutirá en la totalidad de la cultura cristiana occidental. Los árabes fundaron Al-Andalus, civilización en la que floreció una refinada cultura, cuna de dos de los filósofos musulmanes más brillantes: Avempace y Averroes.

Los primeros filósofos de la cultura islámica que trataron de conciliar su fe musulmana con conceptos procedentes del aristotelismo y del neoplatonismo llegaron a la conclusión de que Dios es uno y trasciende la realidad. Dios ha creado el mundo en el tiempo a partir de la nada, por un acto voluntario, y mantiene y guía lo creado con su providencia. Al-Farabi (870-950) considera que la existencia de Dios puede demostrarse con argumentos aristotélicos. Según esta concepción de la realidad-influida también por el neoplatonismo-, de Dios emana la inteligencia y al alma, de la cual, a su vez, emana la multiplicidad de la realidad terrenal, donde se dan los compuestos de materia y forma. Así pues, el ser humano es una emanación divina; el intelecto humano, iluminado por el intelecto activo universal, intenta entender la realidad divina de la que emana y anhela volver a reunirse con ella. Otros pensadores, como Algazel (1058-1111), afirman que el mundo fue creado por Dios en el tiempo a partir de la nada y que, de acuerdo con la fe islámica, no es eterno. En su visión cosmológica, el poder infinito de Dios es el principio continuo de la causalidad universal.

3. La filosofía como vía de perfección.

Numerosos pensadores islámicos medievales (Al-Kindi, Avempace…) consideran que la filosofía ayuda al ser humano a encaminarse hacia su perfección: hacer el bien. De hecho, el pensamiento de Avempace(1070-1138) tiene como fin último la perfección del ser humano. Esta perfección reside en la contemplación pura, aquella en la que el ser humano contempla a Dios y se funde con Él. En la contemplación pura, el hombre deja de ser humano para convertirse en divino.

Sin embargo, la experiencia extática de contemplación y fusión con lo divino no está al alcance de cualquiera. Existen tres clases de hombres:

-El hombre vulgar: forma parte del vulgo, la gran masa que sólo se preocupa de asuntos materiales y ordinarios.

-El hombre racional: se ocupa de la ciencia y sabe reflexionar, habiendo llegado ya a un nivel especulativo; sin embargo, aún depende del nivel material, pues necesita de él para abstraer los principios de la ciencia y también para aplicarlos.

-El hombre superior: abandona por completo la realidad cotidiana material para contemplar únicamente los inteligibles puros, suministrados por el Intelecto Agente, entidad espiritual intermedia entre Dios y lo material. Por medio de él se une a Dios en una fusión mística y extática que concede al ser humano la felicidad suprema.

La fusión con Dios no debe buscarse por la felicidad que conlleva, sino por sí misma, por su propia perfección. Avempace aconseja cómo puede alcanzarse esta unión extática: es necesario irse desprendiendo de las preocupaciones y esclavitudes materiales, olvidarse de las vanidades mundanas-Avempace critica duramente a las clases poderosas de su época- y mantenerse al margen de la corrupción de la sociedad. Se emprende así un camino o régimen de vida “solitario”, apto para seres racionales e intelectuales. Éstos son los únicos capaces de plantearse una meta de estas características y cumplir los pasos necesarios para alcanzarla.

La única sociedad que parece deseable a Avempace es aquella en la que todos los que han alcanzado la contemplación se reúnen y viven de acuerdo con lo que es justo y saludable, en una comunidad inspirada en la propugnada por Platón en La República. Así, el solitario que se aparta de la sociedad lo hace únicamente para huir de la corrupción, alcanzar la justicia y aplicar lo aprendido en la contemplación en una nueva sociedad más justa y mejor. De este modo, Avempace reconoce la naturaleza social del ser humano y a la vez señala las ocasiones en las que resulta provechoso alejarse de algunos tipos de sociedad.

(Lorenzo Vallmajó Riera. Historia de la Filosofía. Editorial Edebé. Barcelona. 2009)